Los peores días del invierno fueron duros en las montañas este año (también en los valles) pues una ola de frío siberiano trajo consigo fuertes vientos e intensas nevadas, que sumadas a las bajas temperaturas (-12º) hicieron que las sensaciones térmicas fueran extremadamente bajas y sobre todo que las condiciones para la supervivencia de las especies requiriera de un mayor esfuerzo para adaptarse a estas condiciones. Precisamente fueron estas mismas condiciones las que hicieron que disfrutara del silencio y del crujir de la nieve bajo mis pies en unas ocasiones y del rugir de la ventisca y las tormentas de nieve en otras. La mística de la nieve es algo difícil de explicar con palabras que no sean poéticas. Las evocaciones que se experimentan son sensaciones ancestrales, conectadas con las épocas glaciales, las mismas que establecieron la conexión y la relación de amor/odio entre el hombre y el lobo. Estas impresiones yacen en lo más profundo de nuestro subconsciente, y como especie, pero sobre todo como individuos no deberíamos perder esta conexión mágica con la naturaleza que hace que nos sintamos unidos a ella. Les dejo con algunas imágenes de estos momentos.
La nieve que cae es barrida por el fuerte viento.
Los copos caen con intensidad.
El paisaje aparece desdibujado por la persistente nevada.
Los espesores son grandes y cubren casi todos los resquicios por los que corre el agua con menos fuerza, helando los pequeños remansos.
Un cuervo (Corvus corax) lucha con todas sus energías contra la tormenta de nieve para alcanzar una zona de cobijo.
Un camachuelo macho (Pyrrhula pyrrhula) se alimenta de los frutos de un serval de cazadores.
En este caso, la hembra (Pyrrhula pyrrhula) también se alimenta de los frutos del árbol.
La fuerte tormenta arrastra la nieve provocando pequeños aludes.
La nieve va cubriendo el paisaje.
Un buitre leonado (Gyps fulvus) prospecta la zona en busca de alimento.
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¡Qué bonitas fotos de invierno, Carlos! 🙂 Felicitaciones, una vez más.
¡Muchas gracias Cindy!
¡Saludos!